En las últimas décadas, los gigantes de los combustibles fósiles han gastado millones en grupos de presión para mantener a Europa dependiente del gas mientras bloqueaban la transición a las energías renovables. La industria de los combustibles fósiles usa las tácticas de las grandes tabacaleras: patrocina actos «verdes» de lavado de cara para políticos y presenta investigaciones de dudosa fiabilidad que intentan restar importancia a los peligros del cambio climático.
La UE está dispuesta a entregar el control de nuestra política climática a un antiguo empleado de Shell que lleva tiempo anteponiendo los beneficios al planeta. No se trata solo de impedir que Hoekstra haga retroceder las medidas contra el cambio climático, sino de defender una política libre de vínculos con los combustibles fósiles. Hay que crear un cortafuegos que proteja la toma de decisiones por el bien público, no por el interés privado. Por eso también tenemos que abordar la captación de políticos europeos por parte de las grandes corporaciones, lo que crea un marco de conflicto de intereses.