Una vez en el océano, los pellets de plástico flotan libremente y causan graves daños a la flora y fauna marinas. Su pequeño tamaño hace que sean prácticamente imposibles de limpiar. Además, los pellets actúan como imanes de toxinas y transportan bacterias o sustancias tóxicas, lo que aumenta los riesgos para la salud y el medio ambiente.
Este problema no solo afecta a Europa, sino al mundo entero. Las ONG llevan años denunciando el constante aumento de casos de contaminación por vertidos de pellets. Además, se espera que la producción de plástico se triplique para 2060, lo que empeorará esta situación[1]. Los vertidos de pellets ocurren en todas las etapas de la cadena de valor: desde la producción y la transformación hasta el transporte y el reciclaje. Solo en la Unión Europea, se pierden alrededor de 184.000 toneladas de pellets de plástico al año[2].
La UE debe tomar medidas valientes para prevenir este tipo de contaminación y exigir responsabilidades a quienes la generan. Es inaceptable que tengamos que costear con nuestros impuestos los innumerables casos que se producen en nuestras aguas. La UE debe abordar urgentemente este vacío normativo y poner fin a la cultura de la impunidad.
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